Un buen día escuchaba, como casi todos los días, el reclamo de las
currucas entre los lentiscos y acebuches que hay al otro lado de la ventana de
mi despacho. Esta vez sin embargo me dio por tirar del hilo hacia atrás y averiguar
hasta donde podía llegar. Me intrigaba saber desde cuando se viene escuchando
en este mundo el reclamo de las currucas y averiguar qué lecciones me podría
enseñar esa cabala mental.
Diferentes ritmos de evolución
Lo que descubrí me dejó atónito.
Hay currucas capirotadas y currucas mirlonas en yacimientos fósiles ibéricos
datados en hace 1,3 millones de años, concretamente en la Cueva Victoria del término
municipal de la Unión
(Murcia). También han sido descritas las currucas mirlonas fósiles en el
yacimiento de la gran Dolina de Atapuerca, de hace unos 800.000 años. Eso
significa que los Homo antecessor de
Atapuerca (una especie coetánea de los Homo
ergaster europeos y los Homo erectus
asiáticos), cuando salían de sus cuevas, o desde el umbral de las mismas, ¡¡¡escuchaban
los mismos reclamos que las currucas emiten hoy en día!!! En realidad la mayor
parte de las especies de aves que vemos hoy en día ya aparecen en yacimientos
de hace 3 millones de años, por lo que eran coetáneas de los Austrolopitecus (1). Aunque las currucas
han permanecido prácticamente inalteradas durante el último millón de años (al
menos morfológicamente) nuestro linaje (el del género Homo) ha visto transcurrir una transformación enorme, a partir de H. antecessor que diera lugar a H. heidelbergensis y éste por un lado a H.neanderthalensis (en Europa) y a H.sapiens (en África). Ha transcurrido
por tanto un periodo en el que sobre el planeta han llegado a existir a la vez hasta
tres especies de homínidos distintas, teniendo en cuenta que los restos
recientes del hombre de Flores han sido atribuidos a poblaciones relictas de H.erectus en Asia.
Sin duda cosas excepcionales le han sucedido a
nuestro linaje en los últimos 5 millones de años que nos han traído hasta aquí
desde nuestra separación con los ancestros comunes a los actuales gorilas y
chimpancés, dejando a muchas otras especies inalteradas. Algunas tienen que ver
con mutaciones, es decir, con cambios (a nivel de gen, cromosoma o genoma) que
sin embargo acaban resultando positivas por casualidad. Una de las mutaciones
que parece haber sido clave es la sufrida por el gen MYH16 hace 2,4 millones de
años (2) que debilitó los músculos de masticación en nuestros ancestros lejanos
(una cosa en principio negativa) lo que sin embargo abrió una vía a los medios
naturales de selección hacia un engrandecimiento de la capacidad craneana y
también fomentó un cambio de dieta desde el vegetarianismo con eventual ingesta
de carne hacia la carne como alimento principal, que llevó a una reducción del
aparato digestivo, derivando esa energía hacia el aumento del tamaño del
cerebro. Los potentes músculos mandibulares que se ensartaban en la cresta
sagital del cráneo actuaban como factor limitante de la expansión craneal pero
aquel “fallo” abrió las puertas a cerebros más voluminosos surgidos mediante la
recolocación de esta energía extra. Todo ello resultaba una ayuda impagable en
la sabana, más pobre en variedad y abundancia de frutos y semillas que la selva
y un medio abierto e inhóspito para una especie animal sin mayores defensas
naturales que su inventiva. Otro de los caminos paralelos que favoreció a los
más inteligentes (de entre los existentes) fue la aparición, mucho más
reciente, del pulgar oponible: la pinza que el pulgar es capaz de formar con
todos los demás dedos y que dota al individuo, capaz de imaginar e inventar,
con la herramienta adecuada para ejecutar sus obras. Muchos otros cambios
encajados por nuestro linaje nada tienen que ver con las mutaciones ya que son
de índole epigenética (cambios en la expresión de los genes) o una simple
reutilización de genes ya existentes para nuevos fines. A las currucas
al parecer no le han sucedido grandes cosas equivalentes o si les han sucedido
no han sido de beneficio alguno en las maquias y garrigas mediterráneas. En
nuestro caso sin embargo los cambios ambientales que llevaron a la acogedora
selva lluviosa del este de África hasta la difícil sabana fueron un buen medio
de cultivo para que las innovaciones fuesen bienvenidas.
Maquias y currucas, currucas y maquias
Las maquias han permanecido más o
menos estables a todo lo largo del Cuaternario, desde que apareció el clima
mediterráneo, debido a que las glaciaciones pleistocenas del hemisferio norte
no llegaron tan al sur como para afectarles negativamente. Así que fueron
refugio de una fauna poco cambiante. Mientras que muchas especies de
paseriformes del centro y norte de Europa al refugiarse en el sur del
continente acabaron especiándose y dando lugar a nuevas especies hermanas (los
trepadores corso, argelino y de Kruper frente al trepador azul o el gorrión
moruno y el del Mar Muerto frente al molinero o el vencejo pálido y la
golondrina dáurica frente al vencejo y golondrina comunes, entre muchos otros
ejemplos posibles), las especies originarias del sur siguieron su propio camino
de diversificación (el género Sylvia
cuenta actualmente con 25 especies descritas). Aunque muchas de las especies
vegetales típicas del maquis proceden en realidad de formas anteriores propias
del clima subtropical del terciario (como lentiscos, palmitos, madroños, zarzaparrillas,
acebuches, o labiérnagos) (3), las currucas mediterráneas han llegado a tal
grado de asociación con ellas que hoy en día podemos ver estas formaciones vegetales
como una obra de arquitectura de las propias avecillas. Como nos recuerda Carlos
Herrera en un artículo ya añejo pero sublime (4) las currucas confieren
estructura a la maquia ya que en sus deyecciones viajan juntas las especies de
plantas que las aves consumen preferentemente con lo cual no sólo aumenta la
frecuencia de las plantas favoritas para las aves sino que unas se asocian con
las otras, sin necesidad de que haya ningún tipo de coevolución entre las
diferentes especies de plantas. Es uno de los mecanismos (que Herrera llama “habitat shaping”) del proceso de
ensamblaje de comunidades sin componente evolutiva que el ecólogo
norteamericano Daniel Jansen denominó “ecological
fitting” (5). Yo añadiría de mi propia cosecha que las listas currucas,
legítimas propietarias de la maquia al ser residentes en ella todo el año,
saben aprovecharse del trabajo que en su favor hacen los ejércitos de
pajarillos migratorios de diversas especies que en otoño hacen uso temporal de
la maquia contribuyendo a expandirla. De ir en sentidos contrarios los
intereses de los residentes y de los inmigrantes uno de los dos colectivos hace
tiempo que se hubiera visto perjudicado y probablemente excluido.
Agricultura y ganadería silvestres
Como discutíamos en el detective
de abril de 2013 (Cuaderno 326) solemos pensar que sólo algunas especies de
gran talla actúan como ingenieras ambientales, modificando el entorno en el que
viven y dándole forma. Sin embargo especies de pequeña talla, como las
currucas, pueden llevar a cabo una ingente labor como arquitectas del paisaje, de
manera que lo que percibimos como un paisaje salvaje es en realidad no muy
distinto de un campo de melones para sus promotores. Últimamente tiendo a ver
en la naturaleza formas salvajes de explotación neolítica y paleolítica del
entorno. Los protagonistas paleolíticos son los animales cazadores, incluyendo
entre ellos claro a los que cazan cualquier forma de vida. Los actores
neolíticos son los que practican formas salvajes de agricultura y ganadería.
Ejemplos de lo segundo son las hormigas y sus rebaños de pulgones que podemos
encontrar sobre cualquier planta ruderal. Ejemplos de lo primero podrían serlo
nuestras protagonistas, las currucas, como también las hormigas que cultivan
hongos en las cámaras de sus hormigueros sobre hojas de la selva tropical lluviosa
debidamente troceadas. Algunas especies pueden alternar agricultura o ganadería
dependiendo de la época del año. Las currucas son cazadoras fundamentalmente en
la época de cría mientras que en otoño se hacen agricultoras.
Recuerda, cuando vuelvas a pasear
por el campo mediterráneo, que ahora tienes dos motivos más de admiración para tu
deleite: por un lado muchas de las aves que ves ya estaban ahí, tal cual, hace
varios millones de años y tu tienes el privilegio de abrir una ventana y viajar
a ese mundo del pasado y por otro, la vegetación que ves no es una maraña
azarosa de especies de arbustos sino que contiene cierto orden: unos patrones de
abundancia y vecindad establecidos por la conducta de consumo y dispersión de
frutos de las humildes currucas, ayudadas por las masas de avecillas
migratorias que trabajan en sintonía con las residentes al favorecer a las
plantas que les sirven de alimento y quien sabe si de fuente de los insectos
que comen en primavera. Todo eso y mucho más está pasando ahí, delante de tus
ojos, silenciosamente; sólo hace falta saber verlo para disfrutar del enorme
placer de poder pensarlo.
Agradecimientos
A Juan Antonio Gómez que me pasó
el link de una página web fenomenal sobre aves fósiles ibéricas.
Referencias
(2) Mosterín, J. 2006. La naturaleza
humana. Austral.
(3)
Herrera,
C.M. 1995. Plant-vertebrate seed dispersal systems in the Mediterranean :
ecological, evolutionary and historical determinants. Annual Reviews of Ecology
and Systematics 265, 705-727
(4) Herrera, C.M. 1988. Habitat-shaping,
host plant use by a hemiparasitic shrub, and the importance of gut fellows.
Oikos 51: 383-386.
(5) Janzen, D. 1985. On ecological
fitting. Oikos 45: 308-310.
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