Algunas especies son conocidas como “ingenieras ecológicas” porque
contribuyen a dar forma al paisaje y a mantenerlo en un determinado estado. Por
ejemplo, mientras los elefantes africanos plantan árboles mediante sus
deyecciones, el fuego se alinea con gacelas, cebras y búfalos para abrir huecos
en la sabana. Evitan así el reclutamiento de árboles y mantienen los pastizales
de herbáceas. Sin la contribución de este ejército de herbívoros, la sabana
tendería a cerrarse hasta formar un bosquete de acacias. Pero durante los periodos
secos, empujados por el hambre, los elefantes tumban sus plantaciones arbóreas
y también ayudan a mantener la sabana abierta.
Bien mirado, es difícil encontrar
una sola especie que no modifique su entorno en mayor o menor medida. Y, en
consecuencia, todas actúan como ingenieras, arquitectas, aparejadoras o
delineantes ecológicas del paisaje, que es como se denomina en inglés este
fenómeno (ecological engineering). Participan
desde las hormigas, que entierran semillas en sus húmedos y cálidos
hormigueros, hasta los túrdidos (zorzales, petirrojos, colirrojos) y los
sílvidos (currucas), que en otoño se alimentan de los frutos de la maquia mediterránea
y contribuyen en no poco a la diáspora.
No parece ser éste el caso de las
gaviotas de gran talla, normalmente del género Larus, que se han ganado fama de “ratas aladas” por sus eclécticos hábitos
alimenticios. En efecto, han sabido aprovechar la materia orgánica sobrante en nuestro
sistema consumista, expuesta a cielo abierto en los vertederos. Gracias a ello
han alcanzado altas densidades de población, si las comparamos con las de otras
especies cercanamente emparentadas pero de gustos más sibaritas. Así que las
gaviotas basureras dan la impresión de que no juegan ningún papel positivo en
el seno de sus ecosistemas, pero sin embargo sucede que son también unas
grandes dispersadoras de semillas.
Semillas de olivo regurgitadas por
gaviotas patiamarillas (Larus michahellis)
sobre el suelo arenoso de unas dunas en el delta del Ebro (Tarragona).
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Gaviotas que consumen frutos y dispersan semillas
En muchas colonias mediterráneas,
las gaviotas patiamarillas se alimentan complementariamente de olivas maduras caídas
al suelo y de insectos perjudiciales para la agricultura. Regurgitan después
las semillas de esas olivas en los dormideros y las colonias de cría, donde muchas
caen sobre rocas o zonas desprovistas de suelo, pero otras sí terminan en
terreno abonado y llegan a germinar. En algunas de sus colonias, como las
situadas en las dunas del delta del Ebro o en la isla de Dragonera, hay incontables
pies de acebuche de modo que el paisaje ha sido profundamente modificado por
las gaviotas mediante este proceso de dispersión. Si tuviéramos que valorar
económicamente su labor de repoblación natural –y además con planta autóctona–estaríamos
hablando de grandes sumas de dinero.
Por otra parte, esos acebuches
sirven para detener la pérdida de suelo y proporcionan alimento a los pajarillos
en paso otoñal, que comen ávidamente sus pequeñas olivas silvestres
(acebuchinas) cuando otros frutos más atractivos, como los de los lentiscos, ya
se han agotado. Así que el servicio ecosistémico de las gaviotas se dispara. Es
más, dicho hábito alimenticio está en expansión desde que han empezado a
clausurarse vertederos –¡por fin!– o a convertirlos en modernas plantas de
tratamiento de residuos. También ha influido la reducción de los descartes pesqueros
(1, 2), quizá debido a que la crisis económica estimula el uso alternativo de una
fracción de las capturas hasta ahora despreciada.
Pero la participación de las
gaviotas no se limita a los olivos. Una investigadora de la Universidad de Vigo
cita casos de dispersión de bellotas, bayas, cereal, malas hierbas e incluso especies
amenazadas como la camariña (Corema album),
cuyos frutos son ingeridos por las gaviotas juveniles en las islas Cíes cuando
todavía nos son capaces de explotar plenamente los recursos del mar (3). Por su
parte, investigadores canarios han encontrado asimismo que la gaviota
patiamarilla dispersa las semillas del tasaigo (Rubia fruticosa) en las proximidades de Lanzarote (4). No conviene
olvidar, sin embargo, que esta capacidad dispersadora de las gaviotas también
puede beneficiar a ciertas especies exóticas invasoras, como las chumberas del
género Opuntia, tal y como nosotros
mismos hemos comprobado en Alicante, concretamente en el Parque Natural de la Serra Gelada e islotes de
Benidorm (5).
El caso de las lagartijas
Las lagartijas son otros
vertebrados que, debido a su pequeño tamaño, suelen pasar desapercibidos como
gestores de su entorno. En Dragonera y en otros muchos islotes de las Baleares,
donde son muy abundantes las lagartijas endémicas Podarcis lilfordi y P. pityusensis, se sabe que estos reptiles
dispersan las semillas del olivillo (Cneorum
tricoccon), un arbusto relicto del Terciario, y contribuyen por tanto a
estructurar el paisaje vegetal (6). Como las lagartijas fueron eliminadas de Mallorca,
probablemente cuando se introdujeron comadrejas en tiempos de los romanos (aunque
en realidad nadie sabe la causa a ciencia cierta), cabe preguntarse sobre las
dificultades que ha tenido esta planta para dispersar sus semillas desde
entonces. Curiosamente, sí sabemos que la marta, otro mustélido introducido en
la isla, ha asumido ese papel, aunque el reclutamiento de las plántulas no es tan
alto como cuando la dispersión recaía en las lagartijas (7). El olivillo, de
hecho, ha ganado en rango altitudinal, ya que las lagartijas vivían en las
cotas bajas de Mallorca según el registro fósil, mientras que las martas llegan
hasta los mil metros. Además, ahora coloniza los pinares, un hábitat en el que no
suelen adentrarse las lagartijas (6).
En la isla de Cabrera, el papel de
dispersador de semillas lo asume otro mamífero introducido, la gineta (Genetta genetta), aunque con menor eficacia
dada su costumbre de formar letrinas en puntos concretos. Como en el caso de
las poco amadas gaviotas, que desempeñan papeles ecosistémicos de gran
relevancia, nos encontramos ante la paradoja de que sean especies exóticas para
las islas las que están manteniendo a una planta singular (6). Una tercera especie
vegetal, el dafne menorquín (Daphne rodriguezii),
endémica de Menorca, no ha encontrado todavía un agente dispersor que sustituya
a las lagartijas, por lo que se considera en peligro de extinción. Sobrevive a
duras penas, excepto en el islote de Colom, donde aún quedan lagartijas (6), y
sus poblaciones actuales están muy envejecidas debido a la alteración del proceso
de reclutamiento de nuevas generaciones (8).
Todos contribuyen a modelar el paisaje
Hay casos célebres de animales
que construyen el paisaje, como los castores y sus presas, las nutrias marinas
que controlan las poblaciones de erizos y mantienen los bosques de laminarias
en las costas de California o los osos pardos americanos que aportan al bosque
los nutrientes que los salmones han ido incorporando a lo largo de su vida. Sin
embargo, conviene no perder de vista que muchas especies más modestas, sobre
todo las involucradas en mutualismos obligados, pueden desencadenar cambios en
cadena de efectos sustanciales que llegan hasta las altas escalas jerárquicas.
Por ejemplo, diez años de exclusión de grandes herbívoros en África redujo la
cantidad de néctar y de oquedades adecuadas para las hormigas mutualistas que
protegen a las acacias. La ruptura de este mutualismo fomentó la expansión de
un coleóptero cerambícido, no dependiente de las recompensas otorgadas por las
acacias, de manera que los árboles atacados por este insecto antagonista tuvieron
un crecimiento más lento y sufrieron una mortalidad dos veces superior que aquellos
ocupados por las hormigas mutualistas (7). De modo que eliminar herbívoros
puede acabar matando árboles, debido a complejas interacciones en cadena
mediadas por insectos que, desde su humilde tamaño, juegan un enorme papel en
el mantenimiento de su entorno.
Lo mismo podríamos decir de las
bacterias. ¿Acaso no cumplen como ingenieras las bacterias del suelo que fijan
nitrógeno atmosférico? ¿O los protozoos y hongos descomponedores? En la
naturaleza todo está relacionado y, por lo tanto, una multitud de organismos
tienen derecho a firmar los proyectos estructurales del paisaje que habitan,
aunque con su desaparición no se derrumbe necesariamente el edificio entero
debido a la redundancia que suele caracterizar los sistemas más complejos.
Agradecimientos
A Daniel Oro, por revisar un
borrador del artículo y por su sentido crítico hacia los clichés de buenas y
malas que solemos adjudicar a las especies silvestres. A Anna Traveset, por
proporcionarme abundante bibliografía sobre sus estudios con el olivillo. A
José Manuel Igual, por sus quirúrgicos comentarios.
Bibliografía
(1) Oro, D. (1996). The
effects of trawler discard availability on the egg-laying and the breeding
success of the Lesser Black-backed Gull Larus
fuscus in the Western Mediterranean . Marine Ecology Progress Series, 132:
43-46.
(2) Oro, D. y otros autores (1995). Effects of a trawling moratorium on the breeding success of the
Yellow-legged Gull Larus cachinnans. Ibis, 137: 347-349.
(3) Calviño-Cancela, M. (2011). Gulls (Laridae) as frugivores
and seed dispersers. Plant Ecology,
212: 1.149-1.157.
(4) Nogales, M. y otros autores (2001). Ecological and biogeographical implications of
yellow-legged gulls (Larus cachinnans
Pallas) as seed dispersers of Rubia
fruticosa Ait. (Rubiacea) in the Canary Islands .
Journal of Biogeography, 28: 1.137-1.145.
(5) Padrón, B. y otros autores (2011). Integration of invasive Opuntia spp. by native and alien seed dispersers in the
Mediterranean area and the Canary Islands . Biological Invasions, 13:
831-844.
(6) Traveset, A. y otros autores (2012). Long-term demographic consequences of a seed
dispersal disruption. Proceedings of the
Royal Society of London B (en
prensa).
(7) Traveset, A. (1995). Seed dispersal of Cneorum
tricoccon L. (Cneoracea) by lizards and mammals in the Balearic
Islands . Acta
Oecologica, 16: 171-178.
(8) Rodríguez-Pérez, J. y Traveset, A. (2012). Demographic consequences for a threatened plant
after the loss of its only disperser. Habitat suitability buffers limited seed
dispersal. Oikos, 121:
835-847.
(9) Palmer, T.M. y otros autores (2008). Breakdown of an ant-plant mutualism follows the
loss of large herbivores from an African savannah. Science, 319: 192-195.
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