martes, 29 de noviembre de 2011

Juntos pero no revueltos

El hecho de compartir un mismo espacio físico no significa que sus ocupantes hayan desarrollado las mismas adaptaciones. La norma es la diversidad de estrategias, tanto en el rango de los individuos, como en el de las poblaciones e incluso en el de las especies.

A nuestra mente le gusta delimitar fronteras abruptas entre campos, cortadas a cuchillo, y establecer categorías absolutas. Pero la naturaleza se resiste a esas clasificaciones estancas. Ahí fuera las cosas no se suelen dividir en blanco y negro, sino que hay miles de tonos de gris. La realidad establece continuos, de los que nosotros tan sólo aprehendemos los extremos. Las propiedades de la naturaleza no son absolutas, sino relativas. No hay nada bueno o malo per se, sino tan sólo mejor o peor.
Una de las categorías que nos gusta establecer a los naturalistas es que hay distintos tipos de hábitats, ocupados por especies con adaptaciones o estrategias vitales similares para sobrevivir en el marco de unas condiciones ambientales concretas. Así, hablamos de una vegetación de los desiertos adaptada a la escasez de agua o de una vegetación de las zonas palustres adaptada al exceso de agua. Sin embargo, la naturaleza supera a nuestra tipológica imaginación y se comporta, en realidad, de una manera mucho más barroca, más ricamente compleja.

En los semidesiertos de México y el sur de Estados Unidos viven, codo con codo, las piteras o magüéis (del género Agave) y las yucas (del género Yucca), entre palos verdes, chumberas, mezquites y falsas pimientas. Ambas plantas del Nuevo Mundo son bien conocidas en nuestras latitudes mediterráneas porque antaño festoneaban los alrededores de las casas rurales y se empleaban para obtener fibras textiles y fijar taludes. Ahora, ese pasado práctico ha pasado al olvido y dichas plantas tienen sobre todo un uso ornamental en jardinería. El caso es que parece lógico, de sentido común, pensar que ya que ambas especies viven juntas en los semidesiertos americanos deberían contar con adaptaciones semejantes ante la baja pluviometría típica de tales biomas. Sin embargo, la realidad es bien distinta: cada una experimenta el mismo desierto de manera diametralmente opuesta. Mientras que los ágaves cuentan con un sistema radicular muy superficial, las yucas lanzan una raíz profunda que llega hasta el nivel freático. Así, los primeros únicamente reciben agua durante los escasos días de lluvia, mientras que las segundas viven con los pies en el agua. Para las piteras el desierto es un ambiente muy impredecible, mientras que para las yucas de impredecible tiene poco.


Yucas y piteras viviendo codo con codo. Su proximidad es un engañoso indicador de sus opuestas estrategias vitales (Foto: autor)

Esta distinta manera de experimentar su medio parece que determina, en gran medida, estrategias vitales absolutamente contrarias. Los ágaves se reproducen una sola vez en toda su vida (son semílparas), cuando se dan las condiciones de humedad adecuadas para arriesgarse al costoso proceso de la multiplicación. Lanzan entonces una enorme inflorescencia con la que tratan de atraer a quien pueda echarles una mano para dispersar su polen. Al parecer, hay diversas especies de murciélagos que polinizan estas plantas. Que se sepa, de las 200-300 especies de ágaves, unas catorce son polinizadas por cinco especies de murciélagos. Aunque, a juzgar por su morfología, el número potencial de murciélagos polinizadores asciende a más de setenta en el Neotrópico.
Las yucas, por el contrario, se reproducen anualmente (son iteróparas) y emiten unas hermosas y grandes flores blancas (véase la foto) que son polinizadas exclusivamente por unas polillas, las famosas polillas de la yuca del género Tegeticula. Cada especie de yuca ha establecido una compleja y obligada relación mutualista con una especie concreta de polilla, surgida mediante coevolución.

Nutrias, macacos y aves marinas
Las diferencias entre piteras y yucas aparecen a escala de especie, pero incluso en el rango de las poblaciones se puede vivir en un mismo teatro ecológico y escenificar obras muy diferentes. Por ejemplo, los paíños (Hydrobates pelagicus) de la isla de Benidorm (Alicante) crían en dos cuevas muy próximas, pero afectadas de manera desigual por la depredación de las gaviotas, por lo que tienen distinto éxito reproductor. Una de las cuevas mira hacia la costa y sufre, por tanto, una mayor contaminación lumínica que favorece la depredación (1). Por otra parte, las pardelas baleares (Puffinus mauretanicus) de dos colonias mallorquinas próximas, ambas sin depredadores, arrojaron tasas de supervivencia adulta dispares, aunque el éxito reproductor fue similar (2). Los episodios de paíños y pardelas probablemente se expliquen por pequeñas diferencias locales, como la presencia/ausencia de depredación o distintas características del hábitat a pequeña escala espacial. Aunque también puede influir la composición de las propias poblaciones, en lo que respecta a la edad de las aves, su experiencia reproductora o su condición física.

Y aún hay más. Lo de vivir juntos, pero no revueltos, alcanza incluso a la organización interna de los individuos. Las conductas individuales (las personalidades) pueden ser muy diferentes, a pesar de corresponder a animales de la misma especie y de la misma población. Son individuos concretos los que traen las innovaciones culturales a las poblaciones y, si tienen éxito, son copiadas rápidamente por los demás o, al menos, por una parte de la población. Como ejemplo de innovación que se extiende rápidamente en el seno de una población local, es bien conocido el caso de los macacos japoneses (Macaca fuscata). Unos pocos individuos –hembras jóvenes, por cierto– empezaron a lavar en el agua del mar las batatas y los cereales manchados de arena. De manera análoga, podemos imaginarnos a un atrevido homínido, medio millón de años atrás, acercándose a un arbusto en llamas tras una tormenta seca, dando los primeros pasos para domesticar el fuego. Muchos individuos contemplan el fuego, pero sólo uno se arriesga a ver qué es aquello desde más cerca.

La heterogeneidad de la naturaleza alcanza todos los niveles, incluido el de las personalidades. En el mismo cauce de río puede haber individuos proclives a cambiar de cuenca hidrográfica que viven jutno a otros con tendencisas sedentarias (Foto: Internet).

Otro bonito ejemplo tiene que ver con las nutrias europeas (Lutra lutra). En el mismo río puede haber individuos que no abandonen nunca el valle y otros que se trasladen a cuencas vecinas. De esta manera recolonizan o ponen en contacto cuencas fluviales donde las nutrias ya estaban extintas. Asimismo, en una misma población puede haber nutrias que sólo viven en los ríos y otras que se adentran en el mar, lo que permite conectar el continente con las islas. Esto ocurre en las más saneadas poblaciones atlánticas de nutria, pero es de prever que también suceda más adelante en el Mediterráneo, a medida que se recuperen unas poblaciones que ahora se encuentran en plena expansión (3).

Unos mejor, otros peor
Podríamos incluso encontrarle una dimensión temporal al hecho de vivir juntos pero no revueltos. No sólo las especies, poblaciones e individuos que ahora conviven en un determinado ambiente lo experimentan de forma diferente, sino que su historia reciente puede ser muy distinta. Así, por ejemplo, los jaguares (Panthera onca) de la selva amazónica de Bolivia y Colombia no muestran signos de haber padecido un cuello de botella genético en el pasado, pero sí los de Perú, donde sólo en 1968 y 1969 se cazaron 2.000 ejemplares. No obstante y en conjunto, las poblaciones de jaguar muestran signos de encontrarse en expansión.

En el caso del ocelote (Leopardus pardalis), otro felino amazónico, las poblaciones colombianas tampoco mostraron evidencias de haber sufrido un cuello de botella genético, pero sí de nuevo las de Perú, donde se exportaron anualmente más de 200.000 pieles en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Ahora bien, ninguna de las poblaciones analizadas parecía encontrarse en expansión, a diferencia de los jaguares (4). Cada especie constituye una historia evolutiva única, aún cuando vivan en ambientes idénticos, pero con redes tróficas y coevolutivas absolutamente irrepetibles a través del tiempo.

El mundo es sorprendente y bellamente heterogéneo. Los individuos difieren de sus semejantes (no hay dos ratones iguales, como no hay dos personas iguales), las poblaciones difieren de sus vecinas y las especies difieren de las especies compatriotas Esta gran heterogeneidad a distintas escalas de organización es, a su vez, una garantía de persistencia de las especies a largo plazo, ya que las posibilidades de superar episodios ambientales adversos, como el cambio climático que tenemos encima, son mayores que si individuos, poblaciones y especies se comportasen de manera homogénea. Preservar esta diversidad funcional es por tanto uno de los grandes retos del futuro en materia de conservación de la biodiversidad. Espero que las yucas y ágaves de los jardines de nuestras ciudades nos traigan esta imagen a la mente cada vez que nos topemos con ellas.

Agradecimientos

A Juan Jiménez por ofrecerme el ejemplo de las nutrias.


Bibliografía

(1) Oro, D. y otros autores (2005). Estimating predation on breeding European storm-petrels by yellow-legged gulls. Journal of Zoology, 265:421-429.
(2) Tavecchia, G. y otros autores (2008). Living close, doing differently: small-scale asynchrony in demographic parameters in two species of seabirds. Ecology, 89: 77-85.
(3) Jefferies, D.J. (1989). Otters crossing watersheds. Journal of the Otters Trust, 2: 17-19.
(4) Ruiz-García, M. y otros autores (2007). Genética de poblaciones amazónicas: la historia evolutiva del jaguar, ocelote, delfín rosado, mono lanudo y Piura, reconstruida a partir de sus genes. Animal Biodiversity and Conservation, 30: 115-130.

No hay comentarios:

Publicar un comentario