lunes, 21 de noviembre de 2011

Fotogramas

En ecología, como en tantas otras disciplinas, no conviene fiarse de lo que se aprecia a primera vista. Siempre es preferible tener una perspectiva más amplia, tanto espacial como temporalmente.

Un alienígena que no entendiese nada de fútbol y que aterrizase hoy en nuestro planeta tendría sin duda la sensación de que este deporte se inventó en Barcelona o en Madrid, a juzgar por el poderío económico y social de ambos clubes. Sin embargo, como todos sabemos, el fútbol, tal y como hoy lo conocemos, se inventó en Inglaterra y llegó a España durante el periodo de colonización económica inglesa de finales del XIX y principios del XX. De hecho, el primer club de fútbol español fue el hoy modesto Recreativo de Huelva, fundado en 1889 como consecuencia de que los ingleses practicaban este deporte en los ratos que les dejaban libres las Minas de Río Tinto.

De igual modo, a menudo observamos la naturaleza de manera puntual y extraemos conclusiones precipitadas sin tener en cuenta la imagen global. Muchas veces eso implica tener en cuenta que el pasado existe y que es la clave para entender el presente o trabajar a escalas espaciales y temporales más amplias.
Si tuviéramos que describir el hábitat de reproducción de la foca monje (Monachus monachus) basándonos en lo que vemos en sus contados enclaves actuales, diríamos que prefiere las zonas acantiladas con cuevas dotadas de pequeñas playas, donde dan a luz a sus cachorros. En la primera imagen que acompaña a estas líneas se ve la costa mauritana de Cabo Blanco, concretamente la zona de Las Cuevecillas, donde, como todo naturalista sabe, se ubica la última colonia de la especie en toda su área de distribución mundial. Como se aprecia en la foto, es una costa intensamente batida por el oleaje y cada temporada las focas pagan un alto precio en forma de cachorros muertos. Tanto es así, que su éxito reproductor medio es de apenas medio cachorro por pareja, según datos de la fundación española CBD-Hábitat. Sin embargo, a las focas monje les encantan las playas abiertas y soleadas, así que si no están en ellas es porque no les dejan. Buena prueba de ello es el color negro del pelaje de los cachorros, adaptado a la insolación, pero no a la inmersión prolongada en el agua. Digamos que en el pasado las focas monje debieron estar presentes tanto en playas como en zonas acantiladas, pero que las únicas poblaciones que han llegado hasta nuestros días son las que habitan en las zonas más inaccesibles (1). Así pues, si tuviéramos que diseñar un proyecto de recuperación de la especie, haríamos bien en tener en cuenta que lo que observamos ahora no es más que un fotograma aislado en una larga película y deberíamos garantizar la presencia de la especie en playas soleadas y tranquilas dentro de las zonas de reintroducción.



Las cuevas no son el hábitat óptimo de las focas monje, pero ahora las encontramos allí criando porque en las playas abiertas fueron perseguidas y exterminadas en el pasado (Foto del autor)

Algo bastante parecido sucede al parecer en el caso de los bisontes europeos (Bison bonasus). Aunque puedan parecer a primera vista especies forestales, numerosos rasgos de vida como su morfología dental, conducta de los neonatos, dieta o selección de microhabitat son características de especies propias de pastizales. Fue la sustitución de las estepas por bosques tras el último periodo postglacial y la persecución humana lo que llevó a los bisontes a refugiarse en los bosques (0).

Huéspedes forzados y triángulos
Un caso muy parecido es el de la gaviota de Audouin (Larus audouinii). En los años setenta y ochenta del siglo pasado, cuando empezaba a descubrirse su presencia como especie reproductora en pequeños islotes de nuestro territorio, tales como Columbretes o Chafarinas, se empleó a esta gaviota como especie bandera para proteger los pequeños archipiélagos mediterráneos, utilizados hasta entonces como campos de tiro del Ejército. Con los años nos hemos ido dando cuenta de que, en realidad, las gaviotas de Audouin son más parecidas a un charrán que a una verdadera ave marina pelágica, ya que acarrean cargas evolutivas similares. Por ejemplo, estas gaviotas son profundamente nómadas y cambian de islote para criar de un año para otro sin razón aparente, incluso cuando el año anterior se han reproducido con éxito. Este comportamiento es típico de las especies que ocupan zonas inestables, cambiantes, como las playas y las dunas que se forman en los deltas fluviales. No en vano, desde que las gaviotas de Audouin descubrieron la punta de La Banya, en el delta del Ebro, su población no dejó de crecer exponencialmente hasta alcanzar la capacidad de carga del medio. Si estas gaviotas estaban o aún están presentes en pequeños islotes de roca mar adentro no es por propia elección, sino porque no les queda otro remedio, ya que las playas se han convertido en coto casi exclusivo de otros tetrápodos que nos resultan muy familiares: los turistas.

Un tercer ejemplo lo proporciona la interacción a tres bandas entre halcones peregrinos (Falco peregrinus), cuervos (Corvus corax) y escaladores. Estudios realizados en zonas calientes para la escalada de las montañas pre-alpinas han encontrado que los halcones que crían en acantilados donde hay escaladores o cuervos tienen un éxito reproductor más bajo que aquellos que crían en zonas libres de ambos vecinos. Es más, el éxito de los que crían en acantilados donde coinciden escaladores y cuervos es aún menor (2). Sin embargo, otros estudios a mayor escala temporal y geográfica, llevados a cabo en zonas sin apenas escaladores de los Alpes y la zona pre-alpina, han demostrado que el éxito reproductor de los halcones que crían junto a cuervos es mayor que donde anidan solos. Así pues, parece que son los halcones los que buscan la proximidad de los cuervos y no al revés (3).

A los halcones les beneficia la labor de centinela de los cuervos e incluso pueden reproducirse en nidos viejos de estas aves. Por lo tanto, la depredación de huevos o pollos de halcón por parte de los cuervos es un hecho oportunista y normalmente asociado a una perturbación humana, como la presencia de escaladores que levanten a los halcones de su nido. Sólo si se da este “ménage à trois” los cuervos representan un problema para los halcones; el resto del tiempo son, sobre todo, un beneficio. Así pues, perseguir a los cuervos para favorecer la reproducción de los halcones sería un craso error. Sobre todo hay que evitar la presencia de escaladores, especialmente si hay córvidos en los mismos cortados que los halcones.

Ataque por la retaguardia
Un último ejemplo tiene que ver con ratas, ardillas y piñas. Las piñas inmaduras de los pinos carrascos, o de Alepo (Pinus halepensis), son compactas y están bien protegidas por escudetes situados en la parte superior de las escamas. Estos escudetes no están de adorno, sino que han evolucionado como sistema de defensa frente a los depredadores. Sin embargo, las ratas negras (Rattus rattus) y las ardillas rojas (Sciurus vulgaris) se comen estas piñas sin ninguna dificultad, de modo que podría pensarse que los escudetes son un pésimo diseño de la selección natural. Pero, si observamos cómo ratas y ardillas se comen la piña, que es lo que refleja la segunda imagen, veremos que las piñas están indefensas ante la acción de los roedores ya que atacan a los conos desde la base, después de haberlos separado de las ramas, de manera que los escudetes no ejercen papel alguno en la defensa de las preciadas semillas. Por el contrario, si pensamos en la actividad de un ave depredadora de semillas de coníferas, como el piquituerto (Loxia curvirostra), la presencia de escudetes cobra mayor sentido, ya que estos pajarillos forestales atacan las piñas forzando la parte superior de las escamas con sus especializados picos cruzados. Por lo tanto, no es que los escudetes sean inútiles para la defensa, sino que allí donde (y cuando) evolucionaron los pinos de Alepo originalmente debían ser abundantes las aves depredadoras de semillas, pero no los roedores (salvo que los roedores hayan cambiado radicalmente su estrategia de aprovechar las piñas, lo cual representa una explicación menos parsimoniosa).




Secuencia de consumo de una piña de pino carrasco por una rata negra (Foto del autor)


Los pinos de Alepo parecen ser propios de suelos poco desarrollados, como los que se dan en los acantilados costeros. Desde allí, el hombre lleva extendiéndolos desde hace milenios por toda la cuenca mediterránea, hasta el punto de haberse convertido ya en la masa forestal secundaria más abundante de toda la región. Las ardillas rojas (y las ratas negras que llegaron desde el sureste asiático) depredan ahora sobre sus semillas; pero, en origen, los principales consumidores de sus propágulos debieron ser las aves forestales. Así pues, juzgar el valor o la eficacia de una adaptación que vemos hoy requiere un viaje hacia el pasado, para visualizar la secuencia completa de los fotogramas, desde su origen.

Hemos visto cómo la selección del hábitat de cría (en focas y gaviotas) y la eficacia de una adaptación (la defensa de los pinos frente a los depredadores) no pueden juzgarse atendiendo sólo a lo que vemos en un instante, por muy bien que lo veamos. Podemos incurrir fácilmente tanto en errores prácticos (al diseñar estrategias de conservación) como teóricos (al valorar la legitimidad de las relaciones entre un depredador y su presa). Queda a cuenta del lector imaginar nuevos casos, vinculados con sus animales o vegetales favoritos, como ejercicio para valorar las extensas repercusiones de llegar al cine a mitad de la película, en lugar de verla desde el principio para entender la trama correctamente.


Bibliografía

(0) Kerley, G.I.H., Kowalczyk, R., Cromsigt, P.G.M. 2011. Conservation implications of the refugee species concept and the European bison: king of the forest or refugee in a marginal habitat? Ecography 35: 519-529. 

(1) González, L.M. y M’Barek, H.O. (2004). Un recorrido por la historia natural del Guerguerat y la península de Cabo Blanco. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid.
(2) Sergio, F. y otros autores (2004). The importance of interspecific interactions for breeding-site selection: peregrine falcons seek proximity to raven nests. Ecography, 27: 818-826.
(3) Brambilla, M.; Rubolini, D. y Guidali, F. (2004). Rock climbing and raven (Corvus corax) occurrence depress breeding success of cliff-nesting peregrines (Falco peregrinus). Ardeola, 51: 425-430.

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