martes, 15 de enero de 2019

Mirando al futuro

Después de 10 años (2008-2018) de acompañaros cada mes entre las páginas 6 y 8 de esta revista, han quedado en la hemeroteca de Quercus más de 100 artículos de divulgación de la ecología, la evolución y la conservación (y sus interacciones), dos libros que los compendian y un tercero en preparación. Ha sido un viaje fantástico que nunca esperé llegase a un destino tan lejano en el tiempo. Todo un placer para mí y espero que un poco también para vosotros.

En esta última entrega quisiera mirar hacia atrás, para resumir algunos de los temas que he abordado estos años, pero pretendo también mirar hacia adelante proponiendo cuestiones que los naturalistas y los ecólogos del tótem del toro tenemos pendientes para el futuro. Las propuestas tienen sentido sobre todo circunscritas al marco ibérico y europeo y probablemente lo sean en el futuro para los países ahora empobrecidos.

El día que vea llegar a los lobos desde el oeste peninsular hasta las tierras costeras del este me podré morir tranquilo. Tratan sin cesar de abandonar sus refugios históricos, pero seguimos impidiéndolo. Cambiar eso requiere astucia, visión de futuro y voluntad por hacer de este país la tierra de la reconciliación ecológica. (Autores: Foto-trampeo de Pilar Santidrián Tomillo y Alejandro Martínez-Abraín).  

1. Creo que debemos tratar de evitar con todo nuestro empeño la pobre visión de que todo lo que viene de fuera es sospechoso de ser malo. Esa visión tira de manera importante de nuestros instintos de rechazo a lo desconocido y tiene poco apoyo por parte de la información acumulada (1, 2). En la mayoría de los casos las especies que vienen de fuera no se naturalizan y muchas de las que lo hacen pueden contribuir a aumentar la riqueza local sin causar merma en la diversidad existente. Decir lo contrario es similar a caer en la falacia de que los trabajadores extranjeros vienen a quitarnos el pan o defender que los establecimientos americanos de comida basura han acabado con los restaurantes de cocina mediterránea. Sólo un puñado de especies recién llegadas causan problemas y esos problemas además muchas veces son de índole económica más que biológica. No es posible cerrar las fronteras al tránsito de mercancías y personas, así que tendremos que dedicarnos a abrir nuestras mentes a un mundo rápidamente cambiante, a un nuevo orden mundial. Las especies que triunfan no tienen biologías especiales para la invasión (la clave está en los huecos dejados por los ecosistemas invadidos) y además no hace falta ser exótico para resultar invasor. Algunas especies nativas son buenas invasoras también. Existe la invasión pero no el ser invasor. Cualquiera puede serlo dadas las circunstancias adecuadas. Es nuestra manera y ritmo de cambio de las cosas la responsable de que algunas especies invadan el terreno de otras. También es cierto que esas invasiones no duran eternamente o no pegan siempre con la misma fuerza que en las primeras fases, cuando pillan a todo el mundo por sorpresa. Nuestros ecosistemas no están saturados de partida (porque los nichos ecológicos se fabrican, no existen a priori) por lo que hay hueco para mucho recién llegado y muchas veces las especies nuevas reemplazan funcionalmente a especies extintas y ayudan a que los ecosistemas puedan perpetuarse, aunque la composición de especies haya cambiado.   
2. En aquellos casos en los que identifiquemos que una especie está siendo empleada como chivo expiatorio (sean lobos, abejarucos, focas monje o cigüeñas) normalmente habrá un colectivo humano en peligro detrás. La clave para acabar con la persecución de esas especies es mejorar el status de los colectivos humanos que las demonizan. Los pescadores, agricultores, ganaderos o apicultores que tengan problemas económicos, debido a complejos factores de índole socio-político o geo-estratégico, tendrán tendencia a buscar un culpable que esté a mano. El lucro cesante que ejercen esas especies es real pero es sólo la gota que colma el vaso, no la causa principal, pero es más fácil culpabilizarlas que localizar al responsable de Bruselas que ha promovido cierta política. Hemos de reconocer esta debilidad humana y tratarla con inteligencia y no con enfrentamientos o descalificaciones que nunca llevan a nada bueno, sino más bien a empeorar las cosas. Un dogmatismo no se cura con otro, sino con mano izquierda y astucia.
3. Los ecosistemas emergentes o noveles cada vez van a cobrar más peso en el conjunto de la biosfera. Lo mejor que nos puede pasar es que las especies demuestren ser muy plásticas y que sean adaptables a esos nuevos medios (3). En muchos casos eso es lo que sucede y debemos acostumbrarnos a convivir con esos medios. A fin de cuentas, todos los demás (los que llamamos “salvajes”) también tienen la mano humana detrás en mayor o menor grado, aunque no lo queramos ver.  
4. Las especies de espacios abiertos y de pequeño tamaño son las perdedoras de nuestro tiempo. Se vieron beneficiadas cuando se talaron los bosques y cuando las especies grandes eran escasas. Ahora que se expande la superficie forestal y que las antaño amenazadas especies grandes se recuperan, las pequeñas lo tienen difícil. Habrá que garantizar su persistencia, aunque sea con cifras mucho menores que las que tuvieron. La gran tragedia de nuestro tiempo es la pérdida de millones de insectos, de millones de fringílidos y aláudidos, de millones de tórtolas y codornices. Ahora es el tiempo de los páridos y los pícidos, de los tejones, las martas y las garduñas, de los azores, los jabalíes y los corzos. 
5. La fauna nos pierde el miedo y cada vez estará más cerca de los respetuosos urbanitas del siglo XXI. Cada vez será menos patente la frontera entre lo urbano y lo salvaje. Eso nos permitirá disfrutar de la fauna de manera más cercana pero también nos traerá nuevos desafíos de convivencia que no hemos visto en siglos.  
6. Tenemos la oportunidad de convertir este país nuestro en el país de la reconciliación ecológica, dentro del marco europeo (4). El reciente atraso económico, junto al lejano efecto de las glaciaciones, han hecho de Iberia un refugio de fauna silvestre que ahora comienza a valorarse en su justa medida por el conjunto de la sociedad. Ahora que se recuperan osos, linces, buitres y grandes águilas, delfines y ballenas, cada vez tendrá más tirón el turismo de naturaleza que se puede convertir en una importante fuente de empleo verde. La fauna además podrá contemplarse con facilidad en el entorno de ciudades y pueblos reconvertidos al pastoreo de la biodiversidad, como ya pasa en los que han adoptado a los osos como emblema.
7. En el plano científico debemos abrir nuestras mentes a los emergentes mecanismos de la evolución biológica y fusionar estas visiones con la ecología. Es buen síntoma que a buena parte de los naturalistas les parezca positivo que los lobos italianos puedan llegar a cruzarse con los ibéricos, mirando por el bien de la especie por encima de la preservación de los morfos a menudo encumbrados bajo el apelativo de “subespecie”, como si éstas fueran garantía de nuevas especies en el futuro, en lugar de anécdotas biodiversas de la deriva genética. De hecho, el modelo neodarwinista, de lenta acumulación de pequeños cambios, como mecanismo de la especiación, cada vez está más desbancado a favor del papel primordial de los genes saltarines, la epigenética, la activación de secuencias reguladoras, la poliploidía, la hibridación o la evo-devo como mecanismos de cambio relativamente rápido.  La ecología podrá salir de su actual atasco de progreso conceptual si se deja  invadir por toda esta panoplia de revoluciones en el pensamiento evolutivo y si en general hibrida ella misma con otras ciencias. Por otro lado habría que revertir la tendencia actual que trata de alejar a la ciencia de la ecología del empirismo y del contacto directo con la naturaleza (5). En parte esto nos llevaría también a prestar más atención a verificar o validar los resultados proporcionados por los modelos predictivos de cambio global. Unos resultados por regla general bastante apocalípticos que anuncian un fin del mundo que afortunadamente se empeña en no llegar.  
8. Los mapas del futuro no sólo nos contarán dónde están las especies ahora sino dónde van a estar, no ya sólo por las previsiones del calentamiento global sino por las previsiones del abandono de los refugios históricos en los que se encontraba confinada la fauna debido a la persecución humana. Necesitamos mapas de adecuación del hábitat en los que se dibuje la probabilidad de acoger a una u otra especie en lugares donde actualmente no están (lugares actualmente no protegidos), no porque los sitios sean malos sino porque no ha sido posible llegar hasta ellos hasta ahora.
9. No hemos de temer reconocer que la naturaleza no funcione como nosotros imaginamos que debiera comportarse, sino de una manera mucho más resistente y resiliente. Conservar la naturaleza no pasa por ocultar su flexibilidad. Son buenas noticias que los pingüinos sean capaces de criar sobre una isla de plástico, que los lobos sobrevivan con la basura de los vertederos, que las golondrinas dáuricas vean en los viaductos unos acantilados inexpugnables, que las águilas perdiceras o imperiales puedan criar sobre eucaliptos, o que los cernícalos primillas cacen de noche a la luz de las focos que atraen a los insectos nocturnos en la Giralda hispalense, como hacen también los vencejos reales bajo las luces de la Acrópolis ateniense. Desde luego no son buenas noticias que haya islas de plástico o vertederos incontrolados o que el paisaje se eucaliptice sin orden ni concierto, pero la capacidad de la fauna salvaje para usar esos ambientes generados por nuestra actividad es garantía de su persistencia a largo plazo, mientras conseguimos vivir de una manera más adecuada, sostenible y solidaria. Las especies que ahora vemos proceden del tiempo profundo y han pasado por mil avatares selectivos que las han hecho ser mucho más duras de pelar de lo que parece a primera vista.
10. En general el camino de nuestro avance como seres humanos pasa por conocernos mejor (6). Por conocer mejor la naturaleza humana. Por identificar nuestras debilidades y vulnerabilidades. Saber quiénes fuimos y quienes somos: versiones domesticadas del Homo sapiens que sin embargo conservan muchas características del humano paleolítico en plena modernidad. Y sobre todo pasa por conocer mejor nuestro cerebro, pues toda nuestra “realidad” se genera allí.

Agradecimientos

Carlos Herrera, Daniel Oro, Rafael Serra, Juan Jiménez y Pilar Santidrián revisaron un borrador de este artículo. A todos ellos mi enorme agradecimiento por tantos ratos de complicidad e inspiración compartida.

Referencias
(1)   Kareiva, P., Marvier, M. & Silliman, B. 2018. Effective conservation science: data not dogma. Oxford University Press, New York.
(2)   Martínez-Abraín, A. & Oro, D. 2013. Preventing the development of dogmatic approaches in conservation biology: a review. Biological Conservation 159: 539-547.
(3)   Martínez-Abraín, A. & Jiménez, J. 2016. Anthropogenic areas as incidental substitutes for original habitat. Conservation Biology 30: 593-598.
(4)   Rosenzweig, M. L. 2003. Win-win ecology: how the Earth’s species can survive in the midst of human Enterprise. Oxford University Press Inc., New York.
(5)   Ríos-Saldaña, C., Delibes-Mateos, M. y Ferreira C.C. 2018. Are field work studies being relegated to second place in conservation science? Global Ecology and Conservation 14: e00389.
(6)   Damasio, A. 2010. Y el cerebro creó al hombre. Black Print CPI, Barcelona.



2 comentarios:

  1. El punto segundo es pieza clave en la concepción de una posible arcadia feliz y el que más cuesta explicar a todos..
    Las sociedades rurales.

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    1. Sí, hay que ponerse en la piel de los habitantes del rural. Tratar de entenderlos. Y tratar de entender la raíz de sus problemas. Todo menos buscar el enfrentamiento con los últimos agricultores y ganaderos. Nuestra naturaleza depende mucho de ellos. El hecho de ser los últimos los pone en una situación muy difícil porque todo juega en contra de ellos. El abandono del rural es un proceso inacabado y cada vez que desaparece una familia las cosas empeoran para los que se quedan. Son los últimos de Filipinas.

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